Adoro dormir diciendo
que digo y duermo cuando tú estas cerca,
tan cerca que mis ojos
sean cada lunar en tu pradera,
tan llena de rubio trigo
y de rubores repleta.
Donde no existe ya un norte
salvo el de tu risa plena,
y el de los hilos de miel
que en tu cumbre pendulean.
Donde no existe ya un sur
mas no hay más calor fuera,
fuera de ti misma, frío.
-Constante hibernación muerta-.
Donde no existe ya un centro,
sólo una elipse de feria,
con dos mil grandes bombillas
naranjas, rojas e inquietas.