Adoro dormir diciendo
que digo y duermo cuando tú estas cerca,
tan cerca que mis ojos
sean cada lunar en tu pradera,
tan llena de rubio trigo
y de rubores repleta.
Donde no existe ya un norte
salvo el de tu risa plena,
y el de los hilos de miel
que en tu cumbre pendulean.
Donde no existe ya un sur
mas no hay más calor fuera,
fuera de ti misma, frío.
-Constante hibernación muerta-.
Donde no existe ya un centro,
sólo una elipse de feria,
con dos mil grandes bombillas
naranjas, rojas e inquietas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por fin ha vuelto el duende.
(no lo dejes escapar)

Marques de los heridos dijo...

Quien sera el que te comente, estos singulares versos, tan gongorinos como siempre. Sempiterno espiritu de poeta indomito. Algo haragan y ciertamente de inmoderada naturaleza. Receta perfecta para "CREAR" poesia.
Un caracteristico "Von" abrazo.