TRISTE soy un vidrio enmarcado a un grito
en un quicio que muge cuando pasa
todo tu cuerpo empujandome el asa
en mi umbral de pomo negro y marchito.

SOY un abanico barnizado de infinito
y puro barniz castaño en la lasa
estancia que en gris brota y me transpasa
toda la irrealidad donde transito.

TU magnetita izó la ventolera
de mis astillas granas e imantadas
de otra piedra que menos roja fuera.

PUERTA soy y una frontera de pisadas
cual tiritar de dientes que genera
mis rítmicas corrientes coloradas.
Y me pensaba que eras de oro,
y no me fundía con ellos,
tengo en mis manos la mina
de tu incandescente hierro.
Llévame a la región solo,
loba gris de los aceros,
deborame bajo el árbol,
¡que su sombra me abra el pecho!
-no más negra que tu garra-,
sombra de lo que ha abierto,
sólo sombra de la sombra
son tus soles en mi cuello.
-Papelera con cenicero-

Cubo que es hangar de latas
y dormitorio nocturno,
donde descansa la tinta
sobre la cama del mudo
espejo blanco de mente,
arrugado, sin futuro.
Boca de metal fumada
con la dentadura de humo,
cenizas de angula come,
polvo sólo en su intestino.
Con baho ardiente grita,
denso, sonriente y sin ruido
(No me mires con los ojos de atlántico)

No me mires con los ojos de atlántico.
Qué rizos tienes rojos y encandilan,
y no me los des a ver, no, que abrigan
a mi cuerpo de polvo, arenal del ártico.

Tú vete, vete, zarpa, que yo estático
donde haya sal, mis peces la ansían.
Salero soy de la que a ti te destilan.
La cumbre de ti en mí: nevado y práctico

No hay hombre más solo, sólo su llanto,
llanto de cristal sobre gotas de huellas,
saladas de miel, de un mar, miran lo alto.

Arriba: enorme panal, filtro de ellas,
filtro de sal, final de mi parto,
y salgo a tu espacio lleno de estrellas.