Pajaritos voladores,
femeninamente doblados,
con el más fino papel
sobrevuelan los tejados
de las tejas otoñales
precipitadas al sustrato,
por donde un arroyo hace,
cantando y rimando,
lírica de las entrañas
en vientre del suelo pardo,
que se pudre en cada alba,
por el día y cada ocaso,
con el ancho y lento trotar
del amor en su caballo.

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