Puedo entender lo que en Darío se mueve,
pero jamás entenderé
el noble corazón de la serpiente,
-reptar triste de venenos
dulces del panal perenne,
sombreada selva de miel
donde aúricamente llueve-,
el desconfiado latido
que bombea un miedo entre
los tan auténticos árboles
y su trémula mirada pendiente.

¡La eterna cadera de la tierra!,
frágil y plana, un curvilíneo Hermes,
eres el dual homicidio
del ambiguo ciego clarividente.




1 comentario:

light my fire dijo...

puedo pero no quiero
:)